domingo, 25 de octubre de 2009

MI VIEJA ENCINA

¿ Qué tienes tú, negra encina campesina,
con tus ramas sin color en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento sin esveltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento y tu humildad que es firmeza ?.

En tu copa ancha y redonda nada brilla,
ni tu verdioscura fronda ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante en tu porte, ni guerrero,
nada fiero que aderece tu talante.


Brotas derecha o torcida, con esa humildad que cede
solo a la ley de la vida, que es vivir como se puede.
El campo mismo se hizo árbol en tí, parda encina,
ya bajo el sol que calcina, ya contra el hielo invernizo
el bochorno y la borrasca, el agosto y el enero,
los copos de la nevasca.... los hilos del aguacero.

Siempre firme, siempre igual, impasible, casta y buena
¡oh tú, robusta y serena, eterna encina rural
de los negros encinares de la raya aragonesa
y las crestas militares de la tierra pamplonesa;
encinas de Extremadura, de Castilla que hizo a España,
encinas de la llanura, del cerro y de la montaña;
encinas del alto llano que el joven Duero rodea,
y del tajo que serpea por el suelo toledano;
encinas de junto al mar ¿ en Santander ? encinar
que pones tu nota arisca, como un castellano ceño,
en Córdoba la morisca, y tú encinar madrileño,
bajo Guadarrama frío, tan hermoso... tan sombrío.


Ya sé, encinas campesinas, que os pintan con lebreles
elegantes y corceles, los más egregios pinceles.
Que os asordan escopetas de cazadores reales;
mas sois el campo y el lar y la sombra tutelar
de los buenos aldeanos que visten parda estameña
y que cortan vuestra leña con sus manos


(Antonio Machado)

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